Tírame del dedo… ¡¡¡Raaaaaaaaa!!!
Dicen que los hombres no queremos madurar… ¡y claro que no! ¿Para qué? ¿Para estar preocupados por el precio del aceite de oliva, la próstata y si nuestro pelo se va de vacaciones para no volver? ¡No, joder! Nosotros preferimos seguir disfrutando de las cosas simples: un buen partido de fútbol, eso si, de viejas glorias, una reunión con los colegas para reírnos los unos de los otros y recordar tiempos mejores y un pedo bien colocado en el momento exacto.
Porque, aceptémoslo, después de los 40 somos básicamente niños atrapados en cuerpos que ya no responden bien, con responsabilidades, barriga cervecera, dolores de rodilla y que nos emocionamos cuando vemos 2×1 si vamos a cambiar las ruedas del coche. Si la madurez fuera una asignatura, tendríamos que recuperarla en septiembre… y la suspenderíamos de nuevo.

Somos tontos por naturaleza, muy simples y eso nos hace la vida mas fácil, no tenemos la necesidad pasar todo un fin de semana buscando unas zapatillas de estar por casa para la niña, vamos al Carrefour, miramos a ojo que la talla es mas o menos la correcta y nos las llevamos.
Cuando nos juntamos un grupo de tíos, ya sea para comer o coincidimos por otro motivo, el ser humano vuelve a sus raíces, estamos en la tribu, hay sonidos guturales y debemos demostrar fortaleza y resistencia. Una barbacoa se convierte en un ritual, siempre hay un líder de la parrilla, que se ha autoproclamado el, aunque suele tener un ayudante “cervecil”. El resto de la tribu suele estar alrededor del fuego, con un brebaje en la mano, elaborado a base de cebada y algunos ingredientes secretos, observando el maravilloso despliegue de alimentos, eso si, cada 5 minutos y entre risas, burradas y chistes malos, uno debe decir o “dale la vuelta que se te quema” o “le falta un poquito mas”.
Y nuestra conversación en la tribu es sencilla:
– “Mmm.”
– “¡Buah!.”
– “Brutal, eh.”
– “A la mierda la dieta.”

Hacemos el ridículo y estamos orgullosos de ello. Si en un evento, nos juntamos 4 tíos con la misma camisa de flores hortera, da igual que no nos conozcamos, nos hacemos una foto, nos ponemos a bailar moviendo los brazos como si de un muñeco hinchable de gasolinera se tratara y somos los mejores amigos en ese momento, no nos crea un trauma, nos crea una anécdota de puta madre. Los niños hacen muchas veces el ridículo sin querer, nosotros lo hacemos con toda la intención.
Simplificamos todo, nuestro sistema de vestimenta se basa en:
- Camiseta/ camisetas favoritas, como mucho dos prendas a lo largo de los años, la utilizamos para TODO. Salir, deporte, futbol, y eventos si nadie se da cuenta. A veces vale para dormir.
- Pantalones cómodos, cortos en verano, largos en invierno, se utilizan hasta que se desintegran.
- Ropa de vestir, que es básicamente el traje que utilizamos en todas las bodas, siempre y cuando todavía nos valga, se debe realizar el cambio, cuando llevas asistiendo a las ultimas tres bodas sin abrocharte el botón del pantalón, esa cremallera está aguantando mas presión que los tornillos de un submarino.
- Por último, si una camiseta sobrevive 10 años, pasa automáticamente a convertirse en SAGRADA, da igual que tenga manchas, agujeros, o que huela raro, aunque nuestra pareja intente tirarla… NO SE TOCA.

Otro motivo por el cual jamás vamos a madurar, sin ninguna duda, son los pedos, por favor, un pedo en el momento justo es arte. ¿Que no es gracioso? ¡Mentira! Si suena como una trompeta desafinada en plena reunión, es imposible no reírse. Somos simples y estamos orgullosos. Un tío nunca deja de disfrutar de un buen pedo, si es sonoro, que parece que se ha roto una cremallera, nos reímos, si es silencioso, miramos al de al lado y decimos: “parece que huele a pan recién hecho”, y si el colega se pone a inspirar profundamente, se lo ha comido entero… entonces es cuando te dice, “ ¡joder tío que asco!, le sueltas el típico “el que lo huele debajo lo tiene”.
Además, los pedos son un indicador, tu sabes cuando te has hecho mayor, cuando te tiras un pedo y en vez de risa, te da miedo…

No queremos madurar, no queremos darnos cuenta de que los años pasan. En nuestra mente todavía tenemos 20 años y estamos a tope. Si quedamos para echar una pachanga, todavía creemos que podemos empezar a jugar sin calentar, y siempre empezamos en plan “tranqui”, entramos al campo con la seguridad de Cristiano Ronaldo y salimos con la movilidad de un pingüino atropellado. Al día siguiente, nos duele hasta pestañear, pero lo importante es que metimos un gol (o eso creemos, porque nadie lo grabó).
Estamos en frente del espejo con nuestra barriga cervecera nos convencemos de que tenemos que hacer ejercicio y comer sano, que nosotros podemos, y nos emocionamos viendo videos de entrenamientos y decimos: “Mañana empiezo”. Y efectivamente, al día siguiente empezamos… y terminamos con un calambre y respirando como Darth Vader con asma. Te levantas al día siguiente y dices:
– ¿Por qué camino raro?
– Porque ayer corrí 10 minutos.
– ¿Y cuánto tiempo vas a estar así?
– Tres semanas.

Ya no nos recuperamos igual, pero, eso sí, nadie nos quita la sensación de ser unos malditos guerreros cuando terminamos de hacer tres flexiones y seguimos vivos.
Hemos sido engañados. Nos dijeron que la barriga cervecera se podía bajar con ejercicio. Spoiler: NO. Podemos hacer dietas, podemos hacer cardio, podemos llorar… y ahí sigue la jodida panza, abrazándonos como un puto koala.
El problema es que, aunque sabemos que deberíamos comer sano, nos dicen “¿Pizza?” y automáticamente olvidamos todo nuestro plan de vida saludable.
Y da igual como estemos físicamente, siempre vamos a decir “yo podría hacer eso”. Si estas viendo un partido de futbol, “Yo con 20 años era mejor que ese”, si estas viendo los juegos olímpicos, “Si me pongo a entrenar en serio, en 4 años puedo estar ahí”, si estas viendo una película de acción, “Yo también podría saltar de un edificio en llamas encima de una moto y si tuviera la moto”. Pero, entre nosotros: No podríamos.
Los hombres somos simples, no hay mas ciencia, somos sencillos, niños grandes. No necesitamos grandes lujos ni complicaciones. No nos tomamos nada en serio, la vida ya es suficientemente complicada como para vivir preocupado. ¿Problemas en el trabajo? “Bah, ya se arreglará”. ¿Crisis económica? “De todas formas no iba a ahorrar”. ¿Dolor de espalda? “Nada que una siesta no cure”. No tenemos el poder de leer la mente de nuestra pareja, si nos dice, “haz lo que quieras”, lo hacemos literalmente, sin pensar en las consecuencias. Y todos sabemos que ese “haz lo que quieras” tiene trampa.
¿Y queremos madurar?
NO. Porque la vida adulta es un timo. Nos vendieron la idea de que ser adultos significaba hacer lo que queríamos, pero la realidad es que pasamos más tiempo preocupados por el precio de la gasolina, por la logística del día a día y por que no se nos rompa otra vez el coche que por nuestros propios sueños.
Así que, si madurar significa dejar de hacer chistes de pedos, dejar de juntarnos con los amigos para hablar de tonterías y empezar a emocionarnos por una olla de acero inoxidable…
¡Pues que maduren otros!
Nosotros nos quedamos con la cerveza, los chistes malos, las risas y la filosofía de que “si algo duele, seguro mañana se pasa”.
Ahora me despido, que tengo que ir a ver si todavía puedo hacer una chilena sin fracturarme el alma.
Os amo.